Se sentó donde siempre lo hacía, en el escritorio que lo había visto crecer. Lentamente sacó un folio del cajón y lo dejó encima de la mesa. Lo miró durante un rato, impasivo. Cuando lo tuvo realmente claro escribió su nombre, lo que siempre le recordaría los amaneceres que nunca tuvo.
Cuando terminó, lo miró emocionado. ¡Qué trazo más bien hecho! ¡Qué color! Estaba orgulloso de lo que había creado, tanto que se juró a sí mismo que le dedicaría tiempo a mejorarlo.
Durante un tiempo le añadió más color, más brillo y más intensidad, y lo hacía con todo el cariño del mundo. Llegó a estar plenamente satisfecho de tan buen trabajo.
Pero la rutina le jugó una mala pasada, a lo que también se le añadió que se estaba quedando sin espacio en aquel papel. Por miedo a perder aquella obra de arte, se dedicó a conservarlo, aunque ya no era lo mismo. El no seguir añadiendo los matices que el quería le hizo dudar, y el agobio hizo acto de presencia.
Dejó su trabajo encima de aquella mesa y cada día lo observaba, pero sentía que ya no podía añadir nada más a aquel lienzo. Pasaron los días e iban pesando cada vez más sus dudas, hasta que decidió deshacerse del mismo. Lo arrugó, lo rompió y lo tiró sin miramientos, había tomado esa decisión porque pensó que era lo correcto.
Decidió abrir la ventana. "Necesito algo de aire fresco", se dijo. Y, como por arte de magia, apareció una brisa que le hizo sentir tranquilo, en calma. Se sentó a disfrutar de ese aire renovado, de los sonidos tan mágicos que escuchó, notas musicales galopaban al compás.... todo era armonía. El aire arrastró los pequeños trozos de papel hasta no quedar ninguno, y el encontró la paz.
"Esto es lo que yo esperaba", y decidió dormirse viendo que nada podía alterar ese momento, porque pensaba que ese era su momento.
Pero la brisa nunca sopla hacia el mismo lado, cambia de trayectoria. A veces de manera tan sutil que es casi imperceptible a nuestros ojos. Otras veces tan voraz, tan vertiginosa que arrastra a su paso todo lo que encuentra.
No supo explicar de que manera ocurrió pero se quedó sentado en el mismo sitio, pensando que su momento ya había pasado. Se lamentó profundamente por lo inusual de la situación.
Cuando vio que ya estaba algo mejor, sacó de nuevo un folio de papel y lo colocó encima de la mesa, como había hecho antes.
Y ahí se quedó esperando alguna idea.
Algún motivo.
Esperando su momento.