El otoño se apagó el día que tu amor me marchitó para
siempre. El bosque ya permanecía inerte y no quedaba vida para el nido que un
verano soñamos construir.
El gélido invierno, vacío de sensaciones, sólo predijo lo
que sería realidad en la primavera. Nuestra lista de deseos, que tantos sueños
habíamos volcado en ella, se convirtió en una carga pesada, un cúmulo de
despropósitos y cosas que echar en cara, una tras otra, sin control.
Luego estabas tú. Tú y tu maldita lista de infinitas
perfecciones, en las que ya no sonaban dulces mis te quiero susurrados al oído
mientras follábamos como condenados. Se fueron apagando hasta convertirse en
algo que es peor que la desidia y la rutina.
Un trazo desdibujado.
Un dibujo inanimado.
¿Cómo llamamos entonces al amor cuando estamos hartos el
uno del otro?
¿Cómo volver a ser dos si no éramos ni parte de nosotros
mismos?
¿Cómo sienta decir te quiero sin sentir que se ha
convertido en un acto reflejo de aquello que sentíamos?
Yo sí que me acuerdo.
Sin rencor.
Zorra.
genial entrada, me encanto tu hilaridad
ResponderEliminarsaluds
http://pensamientosdegavroche.blogspot.mx/
No fue amor, ahora es identidad.
ResponderEliminarCuando se acaba el amor, sólo quedan los recuerdos... y los vamos mirando a través del tiempo, de distintas maneras...
ResponderEliminarPalabras que sueltan hostias más grandes (y fuertes) que una caída.
ResponderEliminarBrutal final. Me ha encantado
ResponderEliminarEriwen al aparato... hay una frase en inglés que se me vino a la mente al leer esto que fue "move on"
ResponderEliminarDe momento,
ResponderEliminarparece dolerte más a ti
que a ella.
Pero el más
no es algo malo.
Y el doler
tampoco.